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lunes, 30 de marzo de 2015

El Talcigüin de las piruetas


Por: Gabriela Martínez

Durante el Lunes Santo, cuando el reloj marca las 9 de la mañana y al repicar las campanas de la iglesia católica San Esteban, en Texistepeque, Santa Ana, salen de ella unos hombres endiablados, entusiasmados por quitar los pecados a toda persona que se encuentre en el parque Miguel Menéndez y sus alrededores, portan un látigo en su mano derecha y visten de rojo, azotan a toda persona que se les cruce en su camino, ellos son los Talcigüines.



Los Talcigüines buscan a Jesús de Nazaret para confrontarse con él y así representar la escena bíblica de las tentaciones que Jesucristo recibió en el desierto. Es una representación del triunfo que tiene el bien sobre el mal.

Los Talcigüines es una ceremonia que data desde 1935 como iniciativa del texiano Urbano Cubas. Actualmente, es Patrimonio Cultural Inmaterial de El Salvador, según decreto n°689, emitido por la Asamblea Legislativa el día martes 24 de febrero del presente año.

Durante la actividad, un joven se viste del Hijo de Dios y porta una campanilla y una cruz, da tres vueltas sobre las principales calles del municipio y al llegar a cada esquina observa hacia los puntos cardinales, demostrando que el mal puede aparecer de cualquier lugar.

Jesús derrota a cada demonio, que caen al suelo uno a uno frente a la iglesia, luego este pasa sobre ellos como una señal de triunfo, finalmente da varios campanillazos fuertes, los Talcigüines se levantan y salen corriendo hacia la iglesia.

El último de los Talcigüines en caer frente a Jesús es Juan Antonio Pérez, un texiano de 44 años de edad, es conocido como “el Talcigüin de las piruetas”, por la audacia de su participación en esta tradición.



El interés de Pérez por esta tradición nace a sus 18 años de edad, asistía a los ensayos de Talcigüin con su hermano mayor (Pedro Pérez), desde esa edad él practicaba y tuvo el privilegio de formar parte de los Talcigüines sin cumplir con los requisitos necesarios: colaborar como judío durante 5 años en las diferentes actividades en Semana Santa.

“Disfruto mucho ser Talcigüin, por las piruetas que hago durante mi presentación”, mostrando sus zapatos y con un gesto jocoso relata cómo le surgió esa idea. “Fue un accidente, ya que siempre que me voy a lanzar al suelo mojo mi ropa, para apaciguar un poco el calor, pero ese día los zapatos se me pusieron lisos y cuando inicié el enfrentamiento con Walter Salguero (quien representa a Jesús) resbalé y caí, serví de payasito, pero traté de disimular y fue así como se me ocurrió hacer piruetas”.



Desde ese día su actuación es admirada por todos, crea sus propios pasos y es su momento de diversión. “Es la experiencia más grande y la que más disfruto”, dijo haciendo una pequeña demostración.

Sin embargo, en sus 26 años de ser Talcigúin ha tenido otras experiencias, en una ocasión estaba jugueteando con un joven y al momento de darle el latigazo se agachó y le golpeó el ojo. “Yo vi que le hizo así (se tapa el ojo derecho), me sentí mal y me disculpé con él, fue un accidente, el chamaco fue comprensible y no dijo nada, a pesar de tener el ojo puro chile”. Cada año el joven distingue a Juan, de entre los demás Talcigüines, por los accesorios que usa: una cadena en su cintura y guantes, siempre lo saluda y en ocasiones lo invita a una bebida fría.

Para muchos ser Talcigúin es algo divertido, pero para Juan, más que disfrutar azotando a las personas, es un sacrificio que realiza año con año. “En ocasiones sufro quemaduras (señalando sus rodillas y estómago), porque si no nos mojamos la ropa nos quemamos debido a lo caliente del suelo”.



A pesar de estas experiencias, Juan Pérez es feliz por formar parte de esta bonita tradición. “Seré Talcigüin hasta que Dios me lo permita y me dé fuerzas para hacer mis piruetas”.